¿Quiénes serán los sastres charlatanes de EPN?

No he encontrado ninguna obra literaria que muestre con tanta sencillez la parábola de la complicidad generalizada entre gobernantes,  farsantes y “mayorías”, que el famoso cuento de  Hans C. Andersen sobre los sastres charlatanes, del cual hago aquí una libre y apretada síntesis:

Un par de charlatanes se presentaron ante el Rey para explicarle que ellos podían confeccionarle un maravilloso traje que además de ser muy hermoso le sería de gran provecho para saber quiénes de sus funcionarios eran competentes o torpes, pues dicho traje tenía la extraña virtud de no poder ser visto por las personas tontas. El Rey -hombre de pocas luces- hizo trato con los charlatanes y dio órdenes a sus servidores para que les entregaran tanto oro y plata como ellos requirieran para que con  sus hilos fueran bordadas tan singulares prendas.

Como cada vez los sastres pedían más oro y plata, un día el Rey decidió ir a ver como lucía el traje que se le confeccionaba. Para su sorpresa, no pudo verlo; pero como no podía pasar por ser un tonto, fingió que sí lo veía, y hasta adulaba la textura y la caída de las finas telas, bordadas de oro y plata. Cuando se retiró -dudando de su inteligencia-, envió, uno a uno, a sus principales funcionarios para que verificaran la calidad del trabajo. Todos sus servidores, para no pasar por torpes, regresaban a la oficina principal de palacio hablando maravillas de lo que eran capaces de hacer los talentosos sastres.

Se corrió la voz en la ciudad sobre el atuendo que se le confeccionaba al monarca y de sus extraños atributos adivinatorios, y desde la calle podía verse, a trasluz, en un espacio de palacio habilitado como taller de costura, el incansable trabajo que aquellos pillos fingían hacer hasta altas horas de la noche. Toda la ciudad estaba ansiosa por ver a su monarca vestido con tales prendas.

Por fin llegó el día en que el Rey pasearía por las calles de la ciudad vestido con tan maravillosa indumentaria. Los farsantes eran tan atrevidos que le preguntaban al Rey si sentía que aquí o allá le ajustaba el traje; y éste, para no pasar por tonto, recomendaba que alguna parte fuera más suelta o más ajustada, no obstante que no veía un solo hilo de tan costosa indumentaria.

"Nunca se ha visto tan alta costura en este reino", decían los charlatanes.

El buen Rey salió del palacio y el gentío que lo esperaba, al ver desnudo a su monarca, guardó silencio un instante; pero de inmediato, recordando que a los hombres sin talento les estaba naturalmente impedido ver la obra de arte, empezaron a adular la maravilla del traje, el talento de los sastres, el ingenio de su diseño, el atrevimiento de sus colores, la novedad en el corte, la ejemplar enseñanza de lo nuevo. No encontraban palabras dignas para describir tanta maravilla. En eso, súbitamente, se escuchó el grito de un niño: “va desnudo el Rey”, gritaba; “va desnudo”. Entonces, éste, muerto de vergüenza buscaba como cubrir su cuerpo desnudo, mientras el gentío, advertido por los inocentes gritos del niño, reía a carcajadas, gritando: “va desnudo el Rey, va desnudo”.

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