BCS ha perdido al gran educador Evodio Balderas González


En febrero de 1972 murió Genaro Vázquez Rojas, profesor  y guerrillero del estado de Guerrero. Quien esto escribe era, entonces, presidente de la sociedad de alumnos de la Escuela  Técnica Industrial y Comercial # 27  (ETIC #27, hoy EST 1) aquí en  la ciudad de La Paz, BCS. El profesor Evodio Balderas González  era el director del plantel. A pocos días de la muerte de Genaro, algunos secundarianos decidimos elaborar un periódico mural y colocarlo en  el muro mayor de la entrada principal de la escuela, la de la calle Isabel la Católica. Convocamos a todos los alumnos jefes de grupo de la secundaria para informar de la muerte del guerrillero y de su causa, y de nuestro propósito de hacerlo saber a toda la comunidad escolar. Ninguno de los asistentes se opuso a que dicho mural fuera colocado en el lugar convenido, y así se hizo.

En alguno de los recesos de la mañana, cuatro alumnos fuimos llamados a la dirección escolar. Aquellos no eran tiempos en que los secundarianos debieran andar pensando, menos propagandizando, asuntos relacionados con los grupos guerrilleros. Tal vez, a menos de cuatro meses de terminar nuestros estudios secundarios, seríamos expulsados, o, al menos,  tal vez, seríamos castigados y exigida la presencia de nuestros padres por tal conducta. Con esos oscuros pensamientos entramos a la dirección, imaginado, en el mejor de los casos, una gran reprimenda o una furibunda llamada de atención del director de la escuela. ¿Qué otra cosa podía esperarse de un director  de escuela secundaria  en esos tiempos de gobiernos de un sólo partido y apenas a poco más de un año de terminado el gobierno autoritario y represivo de Gustavo Días Ordaz? ¿Qué otra cosa se podía esperar sino cortar  por lo sano y erradicar esas malas  hierbas que desde edad tan temprana causaban problemas y que de seguro serían mal ejemplo si se les dejaba crecer?

Pero el director de la ETIC #27 no era un profesor cualquiera; era el profesor Evodio Balderas González. Serio, sin ninguna muestra de ira y sin afabilidades fingidas nos hizo pasar y nos ofreció asiento a los cuatro. Su seriedad no podía dejar de asombrarme. Su actitud no era la de de alguien que pretendiera mostrar y ejercer su autoridad. Tampoco  era de complacencia. No fingió que pretendía ser nuestro amigo para que le comentáramos de donde había nacido la idea que habíamos expuesto en el espacio reservado para el periódico mural escolar. Nos habló como si fuésemos personas responsables de nuestra propia conducta. No nos interrogó, ni amenazó con expulsarnos  o acusarnos con nuestros padres. Sin poder recordar las palabras exactas, nos dijo que le parecía correcto que  las personas trataran de expresar sus ideas;  que la situación de miseria del estado de Guerrero llevaba a veces a maestros como Genaro Vázquez  y a otros profesionistas  a desesperarse y a creer que la única manera posible de resolver problemas era a través de las armas; que era una lástima que vidas valiosas y generosas se perdieran; que  era una pena que maestros dejaran las aulas para ir a la guerrilla y que sería más lamentable que estudiantes que tal vez como profesionistas podrían ser brillantes ayudando a sus familias y a la sociedad  perdieran la vida lamentablemente. Nos dijo, finalmente, que él esperaba que nuestra idea de servir  desinteresadamente la mantuviéramos hasta después de terminar nuestros estudios universitarios de los que él estaba seguro que concluiríamos con éxito y tal vez con honores.

Siempre que a partir de entonces  tuve contacto con el Profesor Balderas, recibí el mismo trato respetuoso  y  una seria afabilidad que no podía llevar más que a una confianza plena. En el trascurso de nuestras vidas más de una vez me hice el encontradizo con él para conocer su opinión sobre algún asunto de gran preocupación personal del que yo no encontraba fácil solución. Era yo un militante de izquierda que en asuntos personales buscaba , casi subrepticiamente, la opinión sincera  de ese hombre que, más allá de las ideologías, parecía representar lo mejor de las instituciones existentes. Siempre encontré respuesta. Y alguna vez,  creo que como intuyendo malos tiempos míos,  él también se hizo el encontradizo para que la ayuda ofrecida no pareciera si no una afortunada coincidencia.

¡El profesor  José Evodio Balderas González ha muerto! Su esposa, sus hijos,  han perdido a una gran persona. Ojalá su recuerdo los acompañe siempre y les ayude a soportar el dolor de su inmensa pérdida.

!Baja California Sur ha perdido uno de sus más grandes educadores.! ¡Las banderas de las escuelas de Baja California Sur deberían pender a media asta!

Comentarios

  1. Juan Luis hemos leído tu comentario el cual agradecemos mucho. Atte: Familia Balderas Ariza

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  2. La verdad es que no hay nada que agradecer, Christa. Pero mucho más allá de las palabras, hoy, ustedes y yo, tenemos una ausencia compartida.

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